El movimiento escéptico tiene muchas cosas positivas: su afán por la divulgación científica y su intención por mejorar el conocimiento de la sociedad sobre el método de la ciencia, su interés genuino por desembarazarse de prejuicios, su denuncia de charlatanes y estafadores escondidos tras las pseudociencias, etc…
Sin embargo, su ingenua confianza en la ciencia como sistema auto-corregible, su fe en una supuesta comunidad científica formada por seres independientes buscadores de verdades objetivas (como si no tuvieran que pagar «hipotecas»), la excesiva esperanza depositada en la razón científica como la única capaz de obtener progreso y bienestar para la humanidad, y su negativa a reconocer que el mercado y sus ideólogos neoliberales se han apropiado de su loable defensa del progreso tecnológico, en algunas ocasiones, los coloca en posiciones epistemológicas naives y, por ello, poco racionales. Porque utilizar la ciencia como único criterio de racionalidad es un monismo simplificador que ignora la reflexión epistémica post-positivista de los últimos 100 años.
La polémica en las redes de Juan Gérvas con algunos miembros del movimiento escéptico y su inusitada virulencia parece dividir el debate entre los defensores de la verdad objetiva y los del relativismo solipsista cuando ni unos ni otros pueden ser acusados justamente de estar defendiendo extremismos. Es un falso debate, por tanto.
Juan Gérvas utiliza evidencias para desacreditar evidencias con lo que malamente se le puede acusar de anti-científico; los escépticos seguro que son conscientes, e incluso tienen experiencias personales, de que la ciencia aplicada a la atención médica está siempre mediada por aspectos no científicos (comunicación, empatía, cuidado, etc…) y la importancia de estos aspectos, dependiendo del contexto, es mucho mayor que la que tienen determinantes técnicos.
La diferencia entre los escépticos y Juan Gérvas no tiene que ver tanto con si creen en la ciencia y utilizan sus productos sino sobre cómo lo hacen, CON QUÉ INTERÉS. Habermas habla del “interés” como el principio constitutivo de la objetividad: interés técnico, para las ciencias de la naturaleza e interés práctico o comprensivo, para las ciencias del espíritu. Habría un interés superior a estos dos, el interés emancipador, el punto más elevado para entender el uso de la razón y explicar las relaciones entre conocimiento y acción, teoría y praxis, ciencia y filosofía. Según Habermas, el interés superior del conocimiento es conseguir que las personas sean libres (no alineadas por el miedo, el poder, la incultura, el dolor..) y las sociedades justas.
Desde nuestro punto de vista, sería el interés emancipador el que realmente debería inspirar especialidades como la medicina de familia o la psiquiatría: ese es su campo. En cambio, es normal que el cardiólogo o el traumatólogo tengan un interés técnico en la solución de algunos problemas cardiacos u ortopédicos: ese es su campo. Por supuesto, los médicos de familia utilizarán en ocasiones el conocimiento con un interés técnico (¿qué antibiótico está indicado en esta neumonía?) y los cardiólogos o traumatólogos lo harán con un interés emancipador (¿merece la pena considerando la situación de este paciente hacerle un cateterismo?).
Todos hacen cherry picking porque las evidencias que iluminan uno u otro interés pueden ser diferentes. No existe la llamada falacia de la evidencia incompleta: la evidencia siempre es incompleta. Nuestros saberes representan el mundo como un mapa representa el territorio. El mapa no es el territorio pero nos ayuda a comprenderlo y a utilizarlo. Ningún mapa pretende describir la totalidad del territorio sino que informa de hechos y datos; pero no de todos los posibles sino de aquellos que están en relación con unos intereses determinados. Estos intereses son previos a la construcción del mapa y responden a diferentes necesidades: por eso, el mapa es diferente para el automovilista, el caminante, el militar, el geólogo o el meteorólogo. Una vez elegido el mapa, éste actúa como árbitro en las discusiones: lo que no existe en el mapa no se discute. La elección de un mapa, por tanto, elimina una serie de posibilidades. El mapa no es neutro sino que es fruto de una selección de elementos juzgados como significativos. Un mapa de carreteras no hará descripciones geológicas. Eso no significa que el mapa de carreteras sea falso. El mapa no miente pero cada mapa responde a diferentes intereses, a diferentes proyectos y es, por consiguiente, siempre reduccionista.
Los mapas que utilizamos con un interés técnico son muy importantes en medicina: nos permiten saber qué hacemos. Los mapas que utilizamos con un interés emancipador son imprescindibles en medicina: nos permiten saber para qué lo hacemos. No es posible discutir sobre algo cuando los mapas que se manejan son distintos aunque ninguno es más verdadero que el otro.
No más falsas polémicas. Hay demasiados problemas en el mundo.
Traemos la traducción, realizada en el blog noticias de abajo, del texto del periodista científico John Hogan para la revista scientificamerican titulado «Escépticos, menos atacar la homeopatía y Bigfoot y más las mamografías y el belicismo» que sirvió para que nuestro colaborador, Marc Casañas, reflexionara sobre el movimiento escéptico
Ayer hablé en la Conferencia del Noreste sobre Ciencia y Escepticismo (NECSS), una “celebración de la Ciencia y el pensamiento crítico”, que se llevó a cabo del 12 al 15 de este mes de mayo en la ciudad de Nueva York. Massimo Pigliucci, a quien conocí hace poco, me invitó, algo que podría lamentar porque pensaba hablar con escepticismo de los escépticos. Originalmente había titulado mi conferencia “El escepticismo: ponérselo difícil contra objetivos fáciles”. Las referencias al Bigfoot que se hacen en el título están inspiradas en una conversación que tuve durante la conferencia con Jamy Ian Swiss antes de entrar en el salón de conferencias. Me preguntó sobre lo que yo tenía previsto decir, y se lo dije, y en ese momento empezó a argumentar en contra de las creencias en los Bigfoot (Pies Grandes). No estaba bromeando. No es que yo sacase a relucir el tema, pero decidí hablar de él en mi conferencia. Swiss no me hizo más preguntas, pero prometió a la audiencia que publicaría la conferencia aquí (con pequeñas modificaciones) y daría la bienvenida a los comentarios y correos electrónicos de los escépticos (Vea también mis mensajes de respuesta aquí y aquí) – John Horgan. |
No me gusta hablar para los conversos, y si de budistas se tratase, contra ellos hablaría. Como esta vez hay escépticos, voy a hablar del escepticismo.
Soy un periodista científico. No celebro la Ciencia, la critico, porque la Ciencia necesita más bien críticos que aduladores. Meto el dedo cuando observo una falta de concordancia entre el bombo que se da a ciertos descubrimientos científicos y la realidad. Eso me mantiene ocupado, porque como usted sabrá, la mayoría de las afirmaciones científicas revisadas por pares descubren que son incorrectas.
Así que soy un escéptico, pero de los de e minúscula, no Escéptico con E mayúscula. No pertenezco a sociedades de escépticos, ni me relaciono con personas que se identifican con el Escepticismo con E mayúscula. O ateos. O racionalistas.
Cuando gente de esta se reúne, se convierten en una tribu. Se dan palmaditas en la espalda y se adulan unos a otros diciendo lo inteligentes que son en comparación con aquellos que están fuera de la tribu. Sin embargo, la pertenencia a una tribu a veces te hace más tonto.
He aquí un ejemplo que involucra a dos ídolos del Escepticismo con E mayúscula: el biólogo Richard Dawkins y el físico Lawrence Krauss. Krauss ha escrito un libro hace poco, Un Universo desde la nada, en el que afirma que la Física responde a la vieja pregunta: ¿Por qué hay algo en lugar de nada?
El libro de Krauss no se acerca ni de lejos a cumplir la promesa recogida en su título, pero a Dawkins le encantó. Escribe en el epílogo del libro: “El origen de las Especies fue un golpe mortal de la Biología contra el supernaturalismo, de modo que podemos llegar a ver “El Universo desde la nada” como su equivalente en la Cosmología”.
Para que quede claro: Dawkins está comparando a Lawrence Krauss con Charles Darwin. ¿Por qué Dawkins diría semejante estupidez? Porque odia la religión tanto que eso le afecta a su juicio científico. Sucumbe a lo que podríamos llamar Delirio Científico.
El Delirio Científico es algo muy común entre los Escépticos con E mayúscula. Algo que no aplican por igual a su Escepticismo. Son muy críticos con la creencia en Dios, en los fantasmas, el cielo, la percepción extrasensorial, la homeopatía y los BigFoot. También atacan la incredulidad en el calentamiento global, las vacunas y los alimentos modificados genéticamente.
Tanto unas creencias como otras merecen su crítica, pero son los que yo llamo objetivos fáciles. Esto se debe a que, en su mayor parte, atacan a la gente que no forma parte de su tribu, a los que se ignora. De modo que terminan predicando a los conversos.
Mientras tanto descuidan lo que yo llamo objetivos difíciles. Me refiere a esas afirmaciones dudosas o incluso perjudiciales que se ven apoyadas por destacados científicos e instituciones. Durante el resto de este conferencia, les voy a dar ejemplos de objetivos difíciles en Física, Medicina y Biología. Terminaré con una queja sobre la guerra, el objetivo más difícil de todos.
Multiversos y Singularidad
En primer lugar, hablaré de Física. Durante décadas físicos como Stephen Hawking, Brian Greene y Leonard Susskind han defendido la Teoría de Cuerdas y la teoría del multiverso, como las más destacadas descripciones de la realidad.
Aquí está el problema: las Cuerdas y los Multiversos no se pueden detectar experimentalmente. Ambas teorías no son falsables, lo que las haría pseudocientíficas, como la Astrología y el Psicoanálisis freudiano.
Algunos defensores de la teoría de Cuerdas y de los multiversos, como Sean Carroll, han argumentado que la falsabilidad debe ser desechada como método científico para distinguir entre Ciencia y Pseudociencia. Si uno pierde en el juego, trata de cambiar las reglas.
Los físicos incluso están defendiendo la idea de que nuestro Universo sería una simulación creada por extraterrestres superinteligentes. El mes pasado, Neil de Grasse Tyson dijo que “la probabilidad es muy alta”, la de que estemos viviendo en una simulación. Una vez más, no se trataría de Ciencia, sería un experimento mental de un fumeta pretendiendo hacer Ciencia.
Lo mismo ocurriría con la Singularidad, la idea de que estamos al borde de la digitalización de nuestra psique para luego cargarla en un ordenador, en el que podríamos vivir para siempre. Algunas personas poderosas creen en ello, como el Director de Ingeniería de Google, Ray Kurzweil. Pero la Singularidad es un culto apocalíptico: la Ciencia como sustituto de Dios.
Cuando científicos que ocupan un lugar preeminente defienden ideas un tanto excéntricas, como la Singularidad y el Multiverso, hacen daño a la Ciencia. Socavan su credibilidad en temas como el calentamiento global.
Sobrediagnóstico del cáncer
Ahora echemos un vistazo a la Medicina, no el fácil objetivo de la medicina alternativa, sino el difícil objetivo de la Medicina Convencional. Durante el debate sobre los cambios en el sistema de salud propuestos por Obama, a menudo hemos oído decir que la medicina estadounidense es la mejor del mundo. Eso es algo que es mentira.
Estados Unidos gasta más en atención sanitaria per cápita que cualquier otro país del mundo. Y sin embargo, ocupa el puesto 34 en longevidad. Estamos junto a Costa Rica, que gasta una décima parte de lo que gastamos nosotros por persona. ¿Cómo puede pasar esto? Tal vez porque la Industria de la Salud da prioridad a los beneficios económicos por encima de la salud.
Durante el último medio siglo, los médicos y los hospitales han introducido costosas pruebas de diagnóstico, cada vez más sofisticadas. Dicen asegurar una detección más temprana de la enfermedad y que daría lugar a una mejor salud.
Pero estas pruebas de diagnóstico a menudo hacen más daño que bien. Por cada mujer cuya vida se prolongue por la detección de un tumor, hasta 33 mujeres recibirán un tratamiento innecesario, incluyendo biopsias, cirugía, radiación y quimioterapia. Para los hombres diagnosticados con cáncer de próstata después de una prueba de PSA, la proporción es de 47 a uno. Datos similares se desprenden de las colonoscopias y de otras pruebas de diagnóstico.
Los europeos tienen menores tasas de mortalidad por cáncer que los estadounidenses, a pesar de que fuman más y gastan menos en tratamientos contra el cáncer. Los estadounidenses están sobretratados y sobrecargados.
Si desea obtener más información sobre este gran problema, lea Sobrediagnóstico de Gilbert Welch, un valiente analista en temas de salud, de Dartmouth, con el subtítulo: “Cómo la gente enferma puede mejorar su salud”.
Enfermedad mental y sobremedicación
En el campo de la salud mental, los problemas son similares. Durante las últimas décadas, la Psiquiatría estadounidense se ha transformado en una rama más del Marketing de las Grandes Empresas Farmacéuticas.
Empecé mi crítica contra los medicamentos para las enfermedades mentales hace más de 20 años, señalando que antidepresivos como el Prozac apenas son más efectivos que un placebo.
Mirando en retrospectiva, mi crítica era demasiado suave. Las drogas psiquiátricas ayudan a algunas personas a corto plazo, pero con el tiempo agudizan la enfermedad. El periodista Robert Whitaker llegó a esta conclusión en su libro Anatomía de una epidemia.
Se ha documentado el gran aumento en la prescripción de medicamentos psiquiátricos desde finales de 1980. El mayor incremento ha sido en los niños. Si los medicamentos realmente funcionasen, las tasas de enfermedad mental debieran disminuir. ¿No es así?
En cambio, las tasas de discapacidad mental han aumentado considerablemente, sobre todo entre los niños. Whitaker construye un argumento de peso, señalando que los medicamentos son causantes de una epidemia.
Teniendo en cuenta los defectos de la Medicina Convencional, ¿se puede culpar a la gente de que haya regresado a las medicinas alternativas?
La Ciencia de los genes prodigiosos
Otro objetivo difícil que necesita su atención es la genética del comportamiento, que se encuentra a la búsqueda de los genes que explicarían nuestro comportamiento. Yo los llamo los genes prodigiosos, porque a los medios de comunicación y a la gente es algo que le encanta.
Durante las últimas décadas, los genetistas han anunciado el descubrimiento de genes virtualmente para explicar cualquier rasgo o trastorno. Hemos oído hablar del gen de Dios, del gen de lo homosexualidad, del gen del alcoholismo, el gen del guerrero, el gen liberal, el gen de la inteligencia, el gen de la esquizofrenia, y así sucesivamente.
Ninguno de estos vínculos, entre los genes individuales y los rasgos complejos o trastornos, se ha confirmado. ¡Ninguno! Pero se sigue hablando de los genes prodigiosos.
El año pasado, The New York Times publicó dos artículos sobre los genes prodigiosos, firmados por Richard Friedman, psiquiatra del Cornell Medical College. Afirmaba que los científicos han encontrado el gen del sentirse bien, el gen de la felicidad, y también el gen de la infelicidad, que hace que las mujeres engañen a sus maridos. The Times debería avergonzarse de publicar tales cosas.
La teoría de las raíces profundas de la guerra
La teoría biológica que más encandila es la teoría de las raíces profundas de la guerra. De acuerdo con esta teoría, la violencia del grupo está en nuestros genes. Sus raíces se remontan a millones de años, recorriendo el camino hasta nuestro ancestro el chimpancé.
Esta teoría de las raíces profundas de la guerra es apoyada por pesos pesados como Steven Pinker, científico de Harvard, Richard Wrangham y Edward Wlson. El Escéptico Michael Shermer, también defiende la teoría, a los medios de comunicación les encanta, porque habla de historias espeluznantes sobre unos chimpancés sedientos de sangre y de la Edad de Piedra de los seres humanos.
Sin embargo, hay evidencias abrumadoras de que la guerra fue una innovación cultural, como la agricultura, la religión o la esclavitud, que surgió hace menos de 12.000 años.
No me gusta la teoría de las raíces profundas de la guerra, no sólo porque no sea cierta, sino porque habla del fatalismo de la guerra. La guerra es nuestro más urgente problema, más urgente que el calentamiento global, la pobreza, las enfermedades o la opresión. La guerra hace que estos y otros problemas empeoren, directa o indirectamente, mediante la desviación de los recursos necesarios para su solución.
Pero la guerra es un objetivo de los difíciles. La mayoría de la gente, la mayoría de ustedes, probablemente consideren que la paz mundial es una quimera. Tal vez consideren que tal teoría tenga unas raíces profundas. Si la guerra fuese tan antigua e innata, entonces sería inevitable, ¿no es así?
También cabría hablar del fanatismo religioso, en especial del fanatismo musulmán, la mayor amenaza para la paz para algunos. Es la opinión de críticos de la religión, como Dawkins, Krauss, Sam Harris, Jerry Coyne, y el último, un gran belicista, Christopher Hitchens.
Sin embargo, considero que la mayor amenaza para la paz es Estados Unidos. Desde el 11 de septiembre las guerras de Estados Unidos en Afganistán, Irak y Pakistán, han matado a más de 370.000 personas, incluidos 270.000 civiles, muchos de ellos niños. Y son estimaciones muy conservadoras.
Lejos de resolver el problema del fanatismo musulmán, las intervenciones de Estados Unidos lo han empeorado. ISIS es una reacción a la violencia contra los musulmanes por parte de Estados Unidos y sus aliados.
Estados Unidos gasta tanto en lo que mal llamamos defensa como el resto de naciones juntas, y somos el principal innovador y vendedor de armas. Barack Obama, que se comprometió a liberar al mundo de las armas nucleares, ha aprobado un plan de 1 billón de dólares para modernizar nuestro arsenal.
El movimiento contra las guerra es muy dé4bil. No hay un solo candidato contra la guerra en esta campaña electoral, incluido Bernie Sanders. Muchos estadounidenses apoyan el militarismo de su país. Celebraron la película El Francotirador, un asesino de mujeres y niños.
En el sigo pasado, prominentes científicos se pronunciaron contra el militarismo estadounidense y pidiendo el fin de la guerra: científicos como Einstein, Linus Pauling, y el gran escéptico, Carl Sagan. ¿Dónde están sus sucesores? Noam Chomsky todavía critica el Imperialismo estadounidense, pero casi tiene 90 años. ¡Hace falta un repuesto!
Lejos de criticar el militarismo, algunos estudiosos, como el economista Tyler Cowen, dicen que apoyar la guerra es algo beneficioso, ya que estimula la innovación. Eso es algo así como argumentar a favor de los beneficios económicos de la esclavitud.
Por lo tanto, para recapitular: estoy pidiendo a los escépticos que dediquen menos tiempo a criticar los objetivos fáciles como la homeopatía y los Bigfoot y más tiempo a criticar los objetivos difíciles, como los multiversos, las pruebas de diagnóstico del cáncer, los medicamentos psiquiátricos y la guerra, el objetivo más difícil de todos.
No espero que estén de acuerdo con mi forma de ver las cosas. Todo lo que les pido es que ustedes examinen sus puntos de vista con escepticismo. Y háganse la siguiente pregunta: en el caso de que la guerra no termine siendo un imperativo moral, ¿cómo acabar con la esclavitud o el sometimiento de la mujer? ¿Cómo no poner fin a la guerra?
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Actualización (23 de mayo de 2016)
Para más información sobre las reacciones a este artículo, y mis respuestas, por favor, lea los mensajes aquí y aquí. Estoy introduciendo estas actualizaciones porque estoy respondiendo a reacciones especialmente importantes, y quiero que llegue al mayor número de lectores.
Mi respuesta a Steven Pinker
“Steve Pinker demuele la visión de John Horgan sobre la guerra”. Este es el cuarto ataque que dirigen contra mí desde el blog de Jerry Coyne Por qué la evolución es cierta. Tengo un gran respeto por Pinker. En una revisión para Slate, titulada Los Mejores Ángeles de Nuestra Naturaleza, documentaba que la disminución histórica de las guerras y otras formas de violencia era un logro extraordinario que “debería hacer pensar a los más pesimistas en su negra visión del futuro”. Pero también he criticado a Pinker por defender una perspectiva hobbesiana, según la cual la civilización, especialmente encanada por Occidente, sobre todo en el período posterior a la Ilustración, nos está ayudando a superar nuestra naturaleza salvaje. Este compromiso ideológico conduce a Pinker a exagerar la violencia en la Prehistoria y quita importancia a la violencia en los Estados modernos, en particular de Estados Unidos.
Una cosa más: Pinker dice que he “refrendado la incongruencia”, al decir que si la guerra es innata también es inevitable. Como se sabe, porque he discutido el tema con él, yo no respaldo este punto de vista fatalista, y sé que Pinker tampoco. Sin embargo, otras muchas personas tienen una profunda base fatalista, desde mis estudiantes a Barack Obama, que al aceptar el Premio Nobel de la Paz (¡) dijo que la guerra “apareció con el primer hombre… y que no vamos a erradicar los conflictos violentos nunca”. Esta es la razón por la cual estoy molesto con Pinker y otros destacados científicos, que continúan propagando la teoría de las profundas raíces de la guerra, a pesar de su falta de apoyo empírico. (Para críticas más detalladas del trabajo de Pinker, consulte aquí, aquí y aquí. Además, si desea saber algo más sobre la historia de Napoleon Chagnon, a la que alude Pinker, acuda aquí).
Mi respuesta (más reciente) a David Gorski y Steven Novella
Ya que David Gorski sigue criticándome, he mirado con más detenimiento sus escritos y los de su colega medico-escéptico Steven Novella. Como dejan claro en los recientes mensajes en su blog Medicina con base científica, su objetivo principal es la medicina alternativa, a la que atacan agresivamente, y con razón.
El problema es que no son igual de agresivos en su crítica a la Medicina Convencional, sobre la cual extienden un manto protector. Gorski y Novella se preocupan de que las críticas a la Medicina Convencional sirva de apoyo y consuelo a charlatanes, pero terminan adhiriéndose a una doble moral que socava su credibilidad.
Este doble estándar surge cuando Gorski y Novella descartan pruebas de que los fármacos psiquiátricos podrían estar haciendo más daño que bien, y cuando Gorski resta importancia a un estudio reciente sobre las muertes causadas por los errores médicos. Del mismo modo, cuando Gorski, cirujano del cáncer de mama, discute sobre las mamografías, siempre acaba afirmando su valor, que sin embargo es limitado.
Los escépticos que buscan unas evaluaciones más objetivas de la Medicina, deben examinar la inestimable colaboración Cochrane, que consta de 37.000 expertos médicos dedicados a la producción (según el sitio web) e información accesible sobre la salud, libre del patrocinio industrial y otros conflictos de interés.
Peter Gotzsche, médico e investigador médico, que dirige la rama nórdica de la Colaboración Cochrane, ha llegado a la conclusión de que tanto las mamografías y los antidepresivos pueden hacer más daño que bien. Gotzsche es un verdadero escéptico. No es que sea necesariamente correcto, pero yo confío más en su juicio que en el de Gorski y Novella.
Lecturas adicionales:
A Dig Through Old Files Reminds Me Why I’m So Critical of Science.
Everyone, Even Jenny McCarthy, Has the Right to Challenge “Scientific Experts.”
Should the Humanities Embrace Scientism? My Postmodern Response to Pinker’s Patronizing Plea.
Is Lawrence Krauss a Physicist, or Just a Bad Philosopher?
My Modest Proposal for Solving the ‘Meaning of Life Problem’—and Reducing Global Conflict.
Bayes’s Theorem: What’s the Big Deal?
AI Visionary Eliezer Yudkowsky on the Singularity, Bayesian Brains and Closet Goblins.
Scott Aaronson Answers Every Ridiculously Big Question I Throw at Him.
What is it like to be a skeptic at a consciousness conference?
Meta-Post: Horgan Posts on War and Peace
Meta-Post: John Horgan Posts on Cancer, Etcetera
Meta-Post: Horgan Posts on Antidepressants and Other Therapies for Mental Illness
Meta-Post: Horgan Posts on Physics, Cosmology, Etcetera
Was I Wrong about “The End of Science”?
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Procedencia del artículo:
No es un falso debate. Es un debate candente que pone en juego la credibilidad de quienes cuestionan el ‘cientismo’ y los vicios ‘cientistas’ de algunos científicos y de muchos otros ciudadanos (pero no las ciencias naturales mismas: supongo que esto lo tenemos todos claro, si no apaga y vámonos). Es un debate que pone en juego la credibilidad de quienes cuestionan la corrosión de la sociedad por lacras como el márketing farmacéutico y la mala ciencia que de este se deriva, que ha infestado las agendas político-asistenciales y los proyectos curriculares en las profesiones sanitarias (todo sea dicho, no es la primera ni la única plaga que nos asoló en nombre del supuesto saber y del supuesto bienestar común: baste recordar el mercadeo de exvotos, indulgencias y reliquias de la Europa medieval popular o cultivada, por ponerles un ejemplo lejano y no hacer más pupa hablando de otras reliquias actuales).
Gostze, Whitaker y demás editores de libros críticos aportan valiosos datos (juicios sintéticos) armados como buenos razonamientos (juicios analíticos) pero no aportan pruebas científicas porque operan en una espistemología periodística y sociológica (un tipo de sociología de entre varias: no todo va a ser Merton o Foucault).
Los fríos, duros y no siempre angelicales datos del ámbito Cochrane (por demasiado generalistas, o por estar sutilmente sesgados con agendas políticas y curriculares ocultas de los autores en «conflictos de interés» no tan a la vista como los generados por la industria farmacéutica) no bastan para construir un argumento. Además hace falta hilar los datos, y ahí entra la interpretación. Me parece que el dato epidemiológico-clínico y el dato metaanalítico no es de la misma naturaleza que el dato de estudios observacionales de muestra reducida y sesgada, más parecida a la del trabajo diario en la medicina real (y el dato observacional es a menudo el único nivel de evidencia disponible para trabajar, a sabiendas de su imperfección). Del mismo modo que el dinero digital interbancario no es igual que el dinero real circulante (el «dinero bancario» es una abstracción peligrosa, ahora lo sabemos dolorosamente bien). Esas epistemologías aportan conocimiento y no por ello operan en el mismo nivel lógico de otras epistemologías, como las que habitualmente utilizan los médicos y entre las que destaca cierto positivismo añejo con su correspondiente caricatura. Ojo, que también hay caricaturas de construccionismo social y parece que debemos quedarnos callados, so pena de que nos acusen de cientistas, de vendidos al capital o de algo peor. No se pueden igualar las «evidencias» creadas en el rol de sociólogo-periodista-crítico (por mucho que se disponga de información empírica de cierto tipo que no es fácilmente extrapolable a la vida real, lo siento por los epidemiólogos) y las «evidencias» creadas desde la medicina positivista de ámbito mas reducido, sesgado y a veces (humildemente) cientista. No es que unas «evidencias» sean mejores o peores que otras: es que no se pueden confrontar porque funcionan con lógicas diferentes, se produce «inconmensurabilidad» de paradigmas, deslizamiento gnoseológico del que no nacen argumentos válidos sino postureos y pseudo-argumentos de cariz expresionista que solo benefician a los oscurantistas (ahora me viene a la mente el «creacionismo científico» de los radicales evangélicos en los EE.UU., tan extremadamente «escépticos» respecto a los biólogos, ellos, y tan alegremente críticos contra el «cientismo»).
Una parte considerable del campo del conocimiento médico actual opera con epistemología positivista y no creo que esto nos vaya a traer el apocalipsis: ha tenido tiempo de sobra para hacerlo y la cosa médica no anda «peor» que hace cincuenta o cien años (no anda «peor» ni «mejor» porque lo peor y lo mejor se evalúa con respecto a algún criterio valorativo que primero hay que acordar, salvo que alguien piense que hay valores atemporales y universales para discutir estos asuntos, como así declaran los creacionistas evangélicos del «diseño inteligente»). Tampoco creo que nos vayan a traer el apocalipsis ni el Reino de los Cielo las epistemologías hermenéutica, genealógico-foucaltiana, crítico-apriorísitca, o la construccionista radical. Ni la exégesis bíblica que periódicamente reaparece para guiarnos, salvarnos y protegernos de los falsos mensajeros (les recuerdo aquel negocio: unos que realmente sabían y que realmente nos querían salvar nos traducían e interpretaban lo que realmente querían decirnos Dios y los santos a través de textos sagrados, sin herejías locales ni vicios de ortodoxia corrupta cultivados en la prostituida Roma medieval). Ni su otra versión: la «libre interpretación» individual del texto bíblico, de corte calvinista. En comparación con esta historia nuestra las ciencias naturales y el positivismo me parecen hechos fabulosos y amables. Por cierto: les podría hablar de los «conflictos de interés» que asolan a los curanderos y a los brujos y otros seres carismáticos de regiones más agropecuarias y exóticas que la nuestra pero también me voy a callar para no hacer más pupa (de modo simpático se lo cuentan en el libro de Nigel Barley, «El Antropólogo Inocente»).
A mí me enseñaron en clases de Ética del viejo bachillerato que en estos debates menudean dos actitudes viciosas: (1) presuponer que la buena intención da más peso al argumento del bienintencionado y que la mala intención ha de ser necesariamente falsa; (2) pensar que una característica visible y socialmente condenable de nuestro contrincante desmantela sus juicios (analíticos o sintéticos): ya sea nuestro contrincante un psiquiatra que a veces receta el carísimo carbonato de litio de por vida y no «a ratitos» (ese malvado corrupto soy yo); ya sea la industria farmacéutica (ni ustedes ni yo aceptamos bolis ni cenas pero no creo que eso nos haga más sabios ni mejores personas, si no se acompaña de otras cosas); ya sea el inefable Juan Gervás. Desgraciadamente, tendemos todos cada vez más a confundir la crítica sociológica y política de los saberes con el uso impúdico de la falacia ‘ad hominem’. Será que andamos de campaña.
https://es.wikipedia.org/wiki/Argumento_ad_hominem.
Gracias Eduardo por el comentario: creo que estamos de acuerdo en muchas cosas. Es verdad que la debilidad del conocimiento biomédico por sus limitaciones en relación con su contexto de justificación (Ioannidis, Gotzsche) y de descubrimiento (Gotzsche, Ioannidis) nos conduce cada vez más hacia el «dato observacional» como mejor evidencia (Haley). Seguramente es en psiquitría donde, siguiendo a Moncrieff, más importante es evaluar empíricamente el efecto del psicofármaco una vez aceptado que sus mecanismos de acción no permiten predecir sus consecuencias en los pacientes (muy a pesar de la psiquiatría biologicista), como si pasa con otros fármacos como la insulina. En este asunto la única pega es la falta de consentimiento del enfermo que va ser tratado, la pulsión por intervenir ante el mínimo disconfort emocional y la autocomplacencia al evaluar los resultados por parte de los profesionales.
No creo que sea casualidad que expertos en la justificación del conocimiento como Ioannidis y Gotzsche alcen la voz para denunciar también el contexto económico, regulador, profesional, social o cultural en el que se produce ese conocimiento y que está determinando en gran medida su baja calidad. La pregunta sería ¿Se puede tener mejor ciencia médica? La respuesta es sí. ¿Por qué qué no la tenemos? Porque el contexto determina unos incentivos que van a favor de la inflación de tecnobasura. Pero aunque consiguiéramos un mejor gobierno del conocimiento seguirían existiendo problemas como el de su aplicabilidad o el de sus externalidades.
En mi opinión es una falsa dialéctica porque como usted dice «No es que unas “evidencias” sean mejores o peores que otras: es que no se pueden confrontar porque funcionan con lógicas diferentes». Una vez aceptado que son lógicas diferentes lo que no comparto es que sean inconmensurables; de hecho, Gérvas intenta esa pirueta epistémica continuamente (aunque no lo explica): se trata de activar una u otra lógica de manera estratégica, según las necesidades. Si tengo que decidir qué antibiótico necesita una neumonía tiraré de positivismo (permítame la simplificación); si tengo que decidir si es fútil tratar una neumonía, tiraré de conocimiento narrativo, cualitativo, hermenéutico que permita darle sentido a la decisión; si tengo que evaluar el impacto social o cultural de la medicina tiraré de una epistemología social o periodística como usted la ha llamado. Entre medias, postureos, intereses, sesgos, prejuicios… pero si esta polémica aporta una visión más compleja de la ciencia, bienvenida sea.
Don Antonio Barbudo, usted afirma que en el caso específico de pacientes con hiperactividad «sí hay pruebas suficientes hechas con metodología sólida que demuestran que la repuesta al tratamiento biológico es buena; por lo que si es un TDAH debe incorporar el componente farmacológico: yo mismo tenía mis dudas cuando empecé a trabajar en esto, también me impregné del discurso antibiologicista, pero en la práctica cotidiana me he tenido que rendir ante la evidencia».
Sería tan amable de facilitar las «pruebas suficientes hechas con metodología sólida que demuestran que la repuesta al tratamiento biológico [del TDAH] es buena». Asimismo podría concretar qué «evidencia» le ha obligado a afirmar lo anterior.
Gracias de antemano.