stanfordSe ha dicho que la Escuela de Medicina de Stanford tiene una atmósfera inigualable de pensamiento crítico y  colaboración interdisciplinaria. Quizás un medio adecuado para una revolución biomédica profunda, de mayor alcance  que las revoluciones industriales y digitales que hemos conocido hasta ahora. En Stanford trabaja John Ioannidis,  director del Centro de Investigación de Prevención y conocido por estudiar y señalar los errores de cómo se lleva a cabo  la investigación. Ioannidis publicó un trabajo en 2005 en PLoS Medicine: «Resultados de la investigación, ¿por qué la mayoría de estudios publicados son falsos»?, que es el artículo más descargado en la historia de la Biblioteca Pública de la Ciencia.

¿Cuántas prácticas establecidas de la atención médica están equivocadas? Preocupa que nadie lo sepa a ciencia cierta, pero según Ioannidis podrían ser casi la mitad. Es común que médicos indiquen tratamientos con poca o ninguna evidencia que apoye su uso. Y cuando aparecen indicios de que puede causar más daños que beneficios, algunos médicos se muestran reacios a cambiar. Entre sus más recientes trabajos cabe destacar el análisis de la predicción del riesgo genético y su impacto en la medicina personalizada, para disminuir la difusión de promesas infladas o falsas.

ioannidisJohn Ioannidis cree que ya es hora de que los médicos revisen los tratamientos para identificar aquellos que tienen una evidencia sólida que los respalde, y abandonar los que carecen de evidencias. El mismo esfuerzo lo tienen que hacer los reguladores, que autorizan medicamentos y dispositivos, para eliminar los sesgos de los ensayos clínicos y limitar el rol de la industria en la financiación de la investigación clínica. Ioannidis habla de la necesidad de probar las “verdades médicas”:

Pregunta: Una evaluación de 35 ensayos, publicado en 2009, para evaluar prácticas clínicas ya establecidas, mostró que menos de la mitad de esas prácticas proporcionaban el beneficio declarado. ¿Qué está pasando?

Ioannidis: Creo que muchas de estas prácticas fueron adoptadas hace tiempo con poca o ninguna evidencia, reflejando esperanzas más que datos reales. En otros casos, es posible que haya habido cambios en el la gestión de la enfermedad o en el perfil de los pacientes…

Pregunta: ¿Por qué los médicos no quieren cambiar sus prácticas clínicas cuando un nuevo estudio demuestra que un tratamiento determinado no es eficaz?

Ioannidis: Es un problema de costumbres arraigadas en la práctica clínica, es lo que han aprendido a hacer. No se cambia la forma de trabajar con facilidad.

Pregunta: ¿Qué se puede hacer para motivar a los médicos a «abandonar» tratamientos que no tienen suficientes evidencias de efectividad?

Ioannidis: Se necesita insistir en una mejor formación, mejor información y acceso a la evidencia sólida, para contrarrestar los mensajes y la publicidad. La eliminación de reembolso del seguro en estos casos también sería importante. Del mismo modo, los organismos reguladores deberían revocar las licencias, cuando la evidencia muestra que son ineficaces para las indicaciones especificadas

Pregunta: ¿Deben los pacientes confiar menos en los tratamientos sugeridos por sus médicos?

Ioannidis: No, la relación médico-paciente no se debe erosionar; la confianza es esencial. La confianza es probable que se fortalezca cuando los pacientes estén más informados, cuando cuestionan con sus médicos las evidencias relacionadas con su condición y cuando los médicos les ofrecen una visión completa e imparcial sobre estas evidencias.

Pregunta: Usted dice que permitir a las empresas diseñar los ensayos clínicos de sus terapias y  dispositivos es como pedirle a un pintor que juzgue si su propio trabajo merece un premio. ¿Cree que hay que limitar el rol de las empresas en los ensayos clínicos?

Ioannidis: Las compañías farmacéuticas y de dispositivos deben hacer investigación temprana, de I + D de alto riesgo, en lugar de engañar con diseños de ensayos clínicos para obtener las respuestas que quieren. En la investigación es común que las fases T0 y T1 (descubrimiento) se financien con dinero público a través de agencias gubernamentales, mientras que la industria financia y controla T2 y T3 (evaluación clínica y aplicación), que es la que puede causar daños a los pacientes. En realidad, la Industria debería concentrarse en el descubrimiento y la innovación, mientras que el público debería controlar principalmente el diseño y la realización de la investigación en T2 y T3, porque tiene importantes consecuencias – inmediatas y directas – para la salud de las personas. En estas fases, la industria puede contribuir con fondos, pero el control tiene que ser público para asegurar la realización de ensayos imparciales y aleatorios.

Los resultados publicados de un estudio científico, no permite sacar conclusiones sin una descripción adecuada de su diseño, sin conocer los criterios de elegibilidad de los participantes, sin identificar los métodos estadísticos utilizados. Existe una gran variabilidad en la información de los investigadores y muy poca transparencia.