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La construcción de la disfunción sexual femenina debería suscitar una amplia y rigurosa investigación sobre el papel de los laboratorios farmacéuticos en la definición y promoción de nuevas enfermedades y nuevos trastornos” escribió Moynihan hace ya 12 años [1]. La reciente aprobación por parte de un comité asesor de la FDA de la Flibanserina como tratamiento del “Deseo Sexual Hipoactivo” en la mujer premenopáusica, también debería requerir una amplia y rigurosa investigación. Hace ya más de cinco años que Pfizer trató de introducir esta molécula pero fue rechazada por su poca eficacia y los efectos secundarios que podía producir.

Los estudios han demostrado un mínimo efecto (un episodio sexual más al mes; no sabemos si satisfactorio) pero un alto riesgo: es un psicofármaco que se debe tomar a diario; que modifica los niveles de serotonina en determinadas áreas cerebrales; que produce ansiedad, somnolencia y fatiga en el 20 % de las mujeres, y que incrementa el riesgo de síncopes, bradicardias o hipotensión, sobre todo si se combina con la ingesta de alcohol [2].

La votación del grupo asesor de la FDA no fue unánime (dieciocho votos a favor y seis en contra). El grupo asumió la definición de la enfermedad denominada “Deseo Sexual Hipoactivo[3] descrita como “la ausencia persistente, recurrente o absoluta de fantasías sexuales y deseos para la actividad sexual”. En el diagnóstico se requiere que “el juicio lo haga el médico clínico dependiendo de la edad y del contexto de la vida personal” de la mujer; también es el clínico el que “deberá evaluar que la falta de deseo no se deba a adicciones o a alguna otra disfunción o patología médica”.

Muchos, parece, son los trabajos y las decisiones que se colocan sobre las sufridas espaldas del profesional clínico, que deberá superar, en un momento, años de trabajo de Freud sobre la sexualidad femenina o el reconocimiento de Lacan de que es todavía un campo por explorar. Es cierto que el profesional de atención primaria es el mejor situado para conocer aspectos contextuales no biológicos que determinan el deseo sexual femenino. Con frecuencia “un deseo poco activo” es debido a que la mujer está en realidad agotada por el trabajo, preocupada por la inestabilidad laboral, cansada de una sexualidad insatisfactoria, dolorida por el machismo social y de pareja, harta de los estereotipos sexuales que reprimen la variedad y la espontaneidad en las relaciones, angustiada por la situación económica, triste porque cuida familiares enfermos o resignada a la sobrecarga que genera la insolidaridad doméstica. Ninguno de estos factores han sido considerados en los ensayos clínicos que reducen la sexualidad humana a un asunto meramente fisiológico.

En los años sesenta Betty Friedan escribió sobre el descubrimiento de la sexualidad de las mujeres y el placer del orgasmo como una liberación de la sumisión y de los estereotipos de género a que había estado sometida en años anteriores. Treinta años después reflexionaba sobre sus propias palabras y, con una mirada retrospectiva, definía lo que podría ser el placer para un gran número de mujeres trabajadoras y trabajadas, aludiendo que “cambiarían con gusto un orgasmo por una noche bien dormida” [4].

Acercarse al deseo de las mujeres con las botas y la perspectiva del orgasmo de los hombres, es comparar lo incomparable. Este peligroso medicamento -que quiere venderse engañosamente como el “viagra femenino”, cuando no puede actuar como erector automático genital a demanda- ignora por completo que las mujeres desean y se erotizan con toda su mente/cuerpo.

Por otra parte, la medicalización de la sexualidad femenina supone una despolitización de las desigualdades de género; lamentablemente, la (mala) ciencia, bajo la falsa apariencia de neutralidad y objetividad -además de ponerse al servicio de la mera ganancia económica a costa de la seguridad de las personas- está transmitiendo, en este caso, los valores patriarcales que todavía definen las estereotipadas ideas sobre el sexo de la mayoría de la sociedad. Estereotipos extensibles también a la sexualidad de los hombres, en los que se ha equiparado el placer a la erección. La medicalización está invadiendo el ámbito privado y cargado de valores de la sexualidad de las personas; y es igual de reprobable y dañino, se vistan las campañas de marketing de rosa o de azul.

En los últimos años observamos como las estrategias de medicalización de la población sana son fomentadas por la industria farmacéutica mediante la instrumentalización de grupos de mujeres (en este caso) o de asociaciones de enfermos que demandan medicamentos fabricados por las empresas que los patrocinan. Esta situación está dañando gravemente la credibilidad de estas necesarias organizaciones.

Una solución médica a la falta de deseo sexual no es, de ninguna manera, una demanda relevante de las mujeres en general, ni de grupos feministas en particular, ya que se reconoce ampliamente que son “los contextos de la vida personal” los que acaban ocultando o negando el deseo femenino.

La visión sesgada introducida por los diseños de investigación acerca de la sexualidad de las mujeres está ignorando que se suele vivir de muchas y diversas formas y no por episodios (eufemismo para no decir coitos). Dado que la sexualidad de las mujeres ha permanecido escondida bajo siete velos durante siglos, sería bueno que la (mala) ciencia no equiparara la falta de deseo de coito para contentar a la pareja -razón por la que algunas mujeres demandan estas soluciones médicas- con la falta de deseos y fantasías sexuales, que se ejercen tanto con las prácticas de muchos tipos de sexualidad como con el desarrollo de muchos goces a través del ejercicio de la sensualidad, complemento básico del placer.

Y aunque a los autores les ha parecido que la edad era un límite y al parecer sólo les preocupa el poco deseo de las mujeres premenopáusicas, si leyeran un poco más los trabajos de Anna Freixas [5] y de muchas otras autoras, se sorprenderían de la gran cantidad y actividad de deseos que se practican a diario en todos los confines de la tierra y a todas la edades de las mujeres.

Por todo ello, NoGracias denuncia:

  • La progresiva medicalización de la vida que ocasiona un grave daño social y cultural, expropiando la salud en nombre de la pura ganancia económica
  • La utilización de la ciencia biomédica como instrumento hipersimplificador y descontextualizador de la sexualidad en general y la femenina en particular, contribuyendo a despolitizar, en este caso, las graves y persistentes desigualdades de género que con frecuencia subyacen a estos problemas.
  • La vulnerabilidad de los procedimientos de evaluación de medicamentos a las estrategias de presión de la industria (en este caso, a los ya tradicionales conflictos de interés de los expertos, hay que sumar las campañas de grupos de presión, autodenominados feministas, comprados por la industria)
  • La preocupante tendencia de las agencias reguladoras de medicamentos y tecnologías a priorizar el negocio de la industria sobre la seguridad de las personas

No podemos evitar que la industria quiera hacer negocio a costa de medicalizar la vida, empobreciendo, mediante su objetivización tecnocientífica, aspectos de las personas profundamente humanos y cargados de connotaciones políticas, sociales y culturales.

Pero sí podemos y debemos exigir que las agencias gubernamentales responsables de proteger la salud pública cumplan su cometido.

La flibanserina es un medicamento no efectivo y peligroso; tiene un alto riesgo de mala utilización (por ejemplo con fines lúdicos) y de sobre-indicación (incluyendo la prescripción off-label a mujeres post-menopáusicas, más vulnerables a los efectos secundarios).

Por todo ello, la flibanserina no debería ser introducida en el mercado.

Invitamos a colectivos ciudadanos y profesionales a oponerse activamente mediante el testimonio, la información y el debate público.

Solo seremos capaces de frenar las «invasiones bárbaras» que acompañan a algunos desarrollos tecnocientíficos irracionales mediante deliberación social, transparencia y ciencia con conciencia.

La reflexión de base comunitaria y la educación sobre la sexualidad humana y sus determinantes -muy alejados de simplificadoras hipótesis fisiológicas neuro-hormonales- siguen siendo los instrumentos más importantes con los que contamos para la promoción y el fomento de una sana y gozosa sexualidad en nuestra sociedad

COMITÉ EDITORIAL DE NOGRACIAS

[1] Moynihan R. The making of a disease: female sexual disfunction. BMJ 2003; 326:45-47.

[2] http://www.sietes.org/buscar/cita/99142

[3] Informe FDA (PDF) 

[4] Friedan, Betty “La fuente de la edad”. 2003.

[5] Freixas Farré, Anna (ed). Abuelas, Madres e Hijas. Icaria. Antrazyt. Nueva Edición Mayo 2015